El ictus es una enfermedad cerebrovascular que se produce por una disminución u obstrucción del flujo sanguíneo. Al no llegar la suficiente cantidad de sangre al cerebro, las células nerviosas dejan de recibir oxígeno porque se paralizan, dejando de funcionar.
Esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo va aumentando conforme pasan los años. Se estima que casi más de 2 millones de personas mayor de 60 años de nuestro país, pueden sufrir un alto riesgo de padecer un ictus en los próximos 10 años, según los datos del estudio PREVICTUS.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) va más allá en sus previsiones y predice que sobre el año 2050, casi la mitad de la población podría sufrir un accidente cerebrovascular.
Además de la edad, existen otras causas de riesgo como la hipertensión arterial, las arritmias cardiacas u otras enfermedades del corazón. Otros factores como la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, también influyen que aumenten las probabilidades de padecerlo.
Síntomas del ictus
Podemos detectar la enfermedad a partir de ciertas alteraciones bruscas en el cuerpo, siendo las más frecuentes:
- Dolor de cabeza intenso
- Pérdida de visión en uno o ambos ojos, o visión doble
- Problemas en el habla y comprensión repentinos
- Pérdida de la estabilidad y del equilibrio
- Pérdida brusca en brazo, pierna o ambos
La identificación inmediata de estos síntomas es esencial en la evolución del enfermo, ya que se ha demostrado que los pacientes tratados desde el primer momento por neurólogos logran una recuperación casi total o con muy pocas secuelas.
Actualmente, un 30% de los pacientes que han sufrido un ictus presentan problemas de discapacidad con parálisis y trastornos del habla, y sólo un 40% de los enfermos acaban teniendo independencia propia. Otro dato relevante es todas las personas que han sufrido un ictus tienen un alto riesgo de sufrir otro durante los tres meses posteriores.
Cuidados para enfermos de ictus
Es importante que comprendamos que es probable que no se consiga una recuperación íntegra del enfermo, a partir de esto, nuestro objetivo fundamental es ayudar al paciente a adaptarse a sus nuevas necesidades. En la mayoría de los casos, la lesión neurológica se recupera en todo o en parte en un período de tiempo e incluso puede que no se llegue a recuperar nunca dependiendo de la gravedad del ictus.
Por regla general, se establece que a partir del 6º mes se produce una estabilización de la mejora. El lenguaje y el equilibrio si pueden seguir mejorando hasta transcurridos 2 años.
La rehabilitación se basa principalmente en determinadas técnicas de terapia física y logopedia dependiendo del grado de discapacidad. Una vez en el domicilio se recomienda seguir realizando los ejercicios enseñados durante la terapia durante 15 minutos, 2 o 3 veces al día.
Mantenerlos activos es una parte muy importe de la recuperación ya que les motiva a seguir mejorando, además de estimularlos a hacer cosas por sí solos aunque necesiten supervisión.