1. Regula tu horario

Es positivo fijar en nuestra rutina cinco comidas, comer regularmente ayuda a mantener el peso y el metabolismo en perfecto estado. Además, evitar saltarse comidas, como por ejemplo el desayuno, dificulta que nuestro cuerpo experimente una sensación de hambre desorbitada, que suele causar ingestas excesivas.

  1. Decide con tiempo

Cuando planificas una dieta consigues tomar los alimentos que necesita tu organismo. Posiblemente, si vas improvisando cada día lo que consumes caerás en comidas precocinadas o en el exceso y la escasez de ciertos alimentos. Por eso, es importante diseñar una dieta, siendo recomendable que un profesional la establezca.

  1. Mastica despacio los alimentos

Parte de una correcta alimentación es una adecuada digestión, y esta comienza en la boca cuando se forma el bolo alimenticio. Si queremos que las digestiones sean más ligeras y menos incomodas es conveniente masticar lentamente.

A esto hay que sumarle que, si se mastica y se traga más despacio, lograremos saciarnos antes. Con ello evitamos con mayor facilidad caer en la sobrealimentación.

  1. Opta por el agua

Elegir que bebida tomar en ocasiones está determinado por falsos mitos muy arraigados, como lo saludable que son todos los zumos de frutas, por el mero hecho de contener fruta, sin tener en cuenta otros muchos factores. Ocurre lo mismo con tomar bebidas alcohólicas, nos han asegurado ciertos efectos positivos en reducidas cantidades.

Por cómo se interactúa en nuestra sociedad o por cómo estamos rodeados de productos como el alcohol, los zumos o los refrescos, quizás, el hecho de eliminarlos de nuestra dieta definitivamente sea muy complicado, pero no impide que reduzcamos drásticamente su consumo. El agua debería ser nuestra elección.

  1. Elije qué grasas

Desde hace mucho escuchamos reiteradamente que las grasas deben ser eliminadas de nuestra dieta, pero no es del todo cierto. El cuerpo las necesita para el desarrollo del cerebro, el control de la inflamación y la coagulación de la sangre, y para mantener la piel y el cabello saludable, entre otros beneficios. Por lo tanto, ni todas son iguales ni todas son perjudiciales para nuestra salud.

En ciertos alimentos como el pescado, aguacate, frutos secos, aceite de oliva y semillas encontramos grasas que sí son saludables para nuestro organismo. En cambio, otros alimentos hay que limitarlos por la cantidad y tipo de grasa, como son el queso, la leche, la carne, la mantequilla y algunos aceites vegetales, y por último, otras sí aconsejamos evitar: las grasas trans, las cuales están en productos procesados como la bollería, los fritos y la margarina.

  1. Consume frutas y verduras

Normalmente no tomamos la cantidad de frutas y verduras que necesitamos en nuestra dieta y que deben constituir al menos la mitad de nuestros platos. Estos nos proporcionan nutrientes protectores que disminuyen el riesgo de padecer diabetes, cáncer de colon y enfermedades cardiovasculares entre otros peligros, y que deberíamos hacer imprescindibles en nuestra dieta.

Intenta comer 5 raciones al día, indaga que recetas te pueden gustar y prueba hasta encontrar las que más te complazcan, ¡pon color a tus platos!.

  1. Aprende sobre los alimentos

No todos los alimentos de una misma familia son igual de saludables. Respecto a los lácteos, es aconsejable pasarse a productos lácteos desnatados o bajos en grasas. En referencia al pescado habría que tomarlo tres o más veces por semana, especialmente azul. Sobre las carnes, el consumo de carne roja es recomendable sustituirlo por carnes bajas en grasa como el pollo, pavo, conejo o avestruz. Por último, es acertado pasar a los cereales integrales que contienen la fibra y los nutrientes que los otros eliminan en el proceso de refinamiento. Estos son solo algunos ejemplos de la importancia que tiene el hecho de aprender sobre los alimentos.

  1. Cambia tu forma de cocinar

El cómo tratemos los alimentos a la hora de cocinarlos también influye notablemente en cómo de saludable será para nuestro organismo. Por ejemplo, si un filete de pollo en lugar de realizarlo a la plancha decidimos freírlo, dicho alimento perderá todo beneficio por el que se eligió. El método más aconsejable y que todos deberíamos emplear más a menudo es el cocinado al vapor, que es capaz de evitar que se pierdan las propiedades y nutrientes, además de proporcionar nuevas texturas y sabores.

  1. Reducir la sal

El uso de la sal y los alimentos con alto contenido en sodio hacen que aumenten las probabilidades de padecer hipertensión arterial, riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular, incluso de enfermedades renales. Por eso, es conveniente evitar alimentos procesados, fiambres y embutidos que contienen una elevada cantidad de sodio. Podrías sustituir la sal por especies como la pimienta negra, orégano, comino o ajo; otros como el vinagre, el romero y las alcaparras son alimentos con mucho sabor que pueden hacer tus platos sabrosos sin tener que añadir sal.

  1. ¡A comenzar!

Deberías comenzar hoy mismo. Sería acertado empezar haciendo pequeños cambios en la dieta de forma gradual e ir aumentando la exigencia con el tiempo, de modo que no suponga un impacto tan brusco en tu vida.

Podrías empezar anotando los alimentos y bebidas que consumes y en qué momentos lo haces, y cuando pasen varios días analiza qué deberías reducir e incluir. Por ejemplo, si tu consumo de frutas y verduras es casi nulo, empieza con una pieza al día, y no las cinco que debemos tomar. Con los alimentos ricos en grasa que debemos evitar, haz de igual forma, pero a la inversa, reduce los ricos en grasas perjudiciales y trata de sustituirlos por alimentos grasos más saludables. Poco a poco te irás acostumbrando a tu nueva dieta y con el tiempo verás cómo tú y tu cuerpo os sentís mejor.

Deje que los alimentos sean su medicina y que la medicina sea su alimento” Hipócrates